Desde los trabajos pioneros- Bethencourt entre otros-
centrados en la genealogía, el interés historiográfico por la nobleza y las
clases privilegiadas del Antiguo Régimen no ha hecho sino crecer, interés
testimoniado por la abundante bibliografía científica. Los estudios de
Domínguez Ortiz, Mauro Hernández, Guerrero Mayllo, Aranda Pérez y desde la
óptica de la familia- Chacón Jiménez, Hernando Franco, García González y Molina
Puche-, han diversificado los enfoques centrándose en el tema de la vida
familiar, los patrimonios, los sistemas de reproducción social y los mecanismos
empleados por la baja y media nobleza, no solamente la aristocracia
terrateniente, de tipo absentista, en los procesos de "movilidad" y
ascenso social. Recientemente, los congresos celebrados en la Universidad de
Granada sobre el tema recurrente de "la movilidad social", no solo
ascendente, sino también descendente, han demostrado el carácter cambiante y
dinámico de la sociedad castellana durante la Edad moderna. En diversos artículos,
, Soria Mesa, posiblemente la mejor referencia existente en el presente sobre
el tema del ascenso social de los sectores oligárquicos, han enfocado la
cuestión desde una óptica acertada, centrándose en la genealogía como mecanismo
de "ocultación" de los procesos ascendentes- no siempre "bien
vistos" por la sociedad moderna. Tras su tesis doctoral, que analizaba la
evolución histórica de la Vega de Granada, Soria Mesa ha seguido estudiando a
los señores y oligarcas de buena parte de Castilla y el libro " La nobleza
española en la Edad Moderna: continuidad y cambio" es una buena muestra de
una línea de investigación fructífera que dará importantes aportaciones en un
futuro no muy lejano.
Porque, desde el punto de vista social, mecanismos de
ascenso y movilidad social son rastreables en las genealogías de buena parte de
las familias emergentes durante la Edad Moderna. En estas páginas vamos a
ofrecer unas muestras centrándome en las genealogías de algunas familias
notables de Castilla la Nueva. El ámbito de estudio será una zona concreta de
la meseta castellana- el partido de Villanueva de los Infantes- y en menor
medida otras villas del Campo de Calatrava muy próximas. Familias y linajes
como los de Fernández Buenache, Patiño, Castellanos, Yáñez, Mentinguiaga, Ballesteros,
Canuto, Gálvez de Ledesma, Aguilera, Treviño, forman parte de la historia
social de la Edad moderna.
1. LOS CAMPOS DE MONTIEL EN LOS SIGLOS XVI-XVII-XVIII: UNA
ECONOMÍA AGRO-PASTORIL EXTENSIVA.
Los campos de Montiel constituían, desde comienzos del siglo
XVI, una zona agraria comprendida entre el extenso Campo de Calatrava, al
oeste, -zona de invernaderos fundamental para la ganadería trashumante-, el
Priorato de San Juan al norte y los partidos de San Clemente y Alcaraz al este.
Al sur, las estribaciones montañosas de Sierra Morena, daban acceso a los
pastos pertenecientes a la Mesa Maestral de la Orden de Santiago situados en
Beas y mayor medida en Chiclana- en torno a las 35.000 hectáreas- según los
datos extraídos de los Libros de lo Real del Catastro de Ensenada. El partido
constaba a mediados del siglo XVIII, cuando se realizan las operaciones
catastrales, de 24 villas, cuyos privilegios de villazgo habían sido concedidos
desde mediados del siglo XV por los maestres de la orden de Santiago , villas
de mediano tamaño que no superaban los 6.000 habitantes. De ellas tan solo dos,
Villanueva de los Infantes y la Solana, iniciaron un despegue demográfico desde
el siglo XVI, quedando el resto más rezagadas a lo largo de los tiempos
modernos. Tan solo Membrilla, situada a las puertas de la Mancha física, podría
parangonarse con los otros dos núcleos de población mencionados anteriormente y
eso que en 1786, momento de elaboración del Censo de Floridablanca, no superaba
los 3200 habitantes.
Si nos centramos en el estudio de las dos villas de mayor
tamaño demográfico- Villanueva de los Infantes y la Solana- fueron desde el
siglo XVI importantes cabeceras que concentraron buena parte de las élites
dirigentes del partido. Las familias establecidas desde comienzos del
quinientos en ambas villas, consagraron unas carreras de ascenso social que
llevarían a alguno de sus miembros a escalar las posiciones de la nobleza a
finales del periodo: los condados del Mérito. otorgado a don Juan Restituto
Antolinez de Castro- o la casa de los marqueses de Melgarejo, en el siglo XIX,
son una prueba palpable de lo que estamos exponiendo.
¿Cuales eran las bases socio-económicas de estas familias?.
Es difícil ofrecer trayectorias comunes a partir del análisis de las biografías
personales de una larga terna de individuos, pero ofreceremos algunas líneas
generales y pautas que ayudarán a comprender los procesos de movilidad
ascendente que estamos describiendo. En líneas generales, estos cuantiosos basaban
su preeminencia en las actividades agropecuarias. La ganadería extensiva- sobre
todo del ovino-la comercialización de la lana y la carne para el abasto de las
carnicerías públicas, la explotación de muletadas o grandes rebaños de mulas
para un mercado selecto en las ferias de Consuegra y Almagro y la ganadería de
lidia- los toros- en algunas familias,constituían una base fundamental de su
poder y potencia económica. La otra era la agricultura, fuente potencial de
rentas agrarias, sobre todo la comercialización de cereal y en menor medida de
vino y aceite, cultivos industriales. Otras fuentes era la inversión en censos
y juros, de menor trascendencia, dado el carácter rural de la zona. Aún cuando
los datos no son muy numerosos, una información sustancial la proporciona el
Catastro de Ensenada. Este documento importantísimo para el conocimiento de los
fundamentos económicos y patrimoniales de los diferentes grupos sociales, con
todo, nos ofrece información de mediados del siglo XVIII, cuando los
patrimonios habían sufrido innumerables cambios resultado de las agregaciones,
nuevas fundaciones de vínculos o incluso procesos inevitables de
empobrecimiento.
2. ALGUNAS TRAYECTORIAS FAMILIARES: EVOLUCIÓN Y
CONSOLIDACIÓN DE LAS OLIGARQUÍAS LOCALES DURANTE LOS SIGLOS XVII Y XVIII
El estudio de la trayectoria de algunas familias ofrece
datos de interés para comprender las estrategias de acumulación y consolidación
del poder desplegadas por las oligarquías locales durante los siglos XVII y
XVIII que les ayudan a mantener su posición a lo largo de los tiempos modernos.
A comienzos del siglo XVI habían accedido a la hidalguía los
antepasados de buena parte de ellos. De 1563 procede la ejecutoria que lleva a
la hidalguía a Juan Pérez Canuto, cuantioso local de Membrilla, en
reconocimiento a los servicios prestados al emperador durante el conflicto de
las Comunidades. En 1596, obtiene su privilegio de hidalguía Alonso de Castro,
que a finales del quinientos tenía abiertas varios expedientes por tala ilegal
de montes en Alhambra. Del siglo siguiente, comienzos del XVII, son los
privilegios de hidalguía de los Fernández- Buenache. En 1630, mediante el pago
pecuniario de más de 44.000 reales, accede a la nobleza don Francisco Fernández
Buenache. Este individuo, sujeto de gruesos caudales, se había enriquecido y
logra el estatus nobiliario para su numerosa prole seis años antes de su
muerte, en 1636. Procedente de Siles, aún cuando se hacía descender de nobles
"de las montañas de León", acumula más de 16.000.000 de maravedíes
que divide entre sus hijos. Su primogénito, don Francisco Fernández Buenache
(1601-1663), vecino de Infantes, hidalgo, comprará a la corona el oficio de
Alguacil Mayor de millones por 56.000 reales y una regiduría perpetua en su
concejo, continuando la trayectoria de enriquecimiento personal que le lleva a
erigirse en uno de los linajes más poderosos de la villa durante la primera
mitad del siglo XVII. En 1654, fruto de sus negocios y del préstamo, por lo
demás no siempre lícitos, es encausado por don Fernando Treviño y otros regidores
por malversación en las libranzas ante la justicia local de la villa. Un año
después, en 1655, funda un patronato sobre las dominicas de la Encarnación de
la villa y mayorazgo. En el momento de su muerte, según su testamento,
acumulaba una fortuna estipulable, al menos porlo que podemos deducir de la
partija adjudicada a su hijo menor, clérigo de menores, don Jerónimo Fernández
Buenache Pelaez, en mas de 1.400.000 reales de vellón.
Otros linajes importantes que consolidan su posición durante
el seiscientos son los Ballesteros. Don Fernando Ballesteros Saavedra, regidor
perpetuo, Familiar del Santo Oficio y titular de la Capilla de San Juan
Bautista en el convento de los Franciscanos de Infantes, fallecido en 1657, es
fundador de otro mayorazgo en el que además de las casas de morada, 48 fanegas
de tierra en el término de Infantes- tan solo una minúscula parte de su
patrimonio agrario que se extiende por otros términos de las villas del hinterland
infanteño-, estaba conformado por diversos juros a su favor y cabezas de ganado
lanar. De hecho, según los protocolos notariales, una de sus actividades
fundamentales, además del mundo de las letras, a la que consagra otra parte
sustancial de su actividad con la publicación del Regidor Cristiano, es
la ganadería lanar y la venta de añinos y lana. Sin embargo la línea genealogía
de los Ballesteros es más compoleja. En su prolífico linaje, otra de las ramas
destacadas ya en el siglo XVIII es la que arranca de don José Fernando
Ballesteros Muñoz, fallecido en torno a 1712, línea que iniciará una brillante
carrera de ascenso social que les llevará a obtener hábitos de órdenes
militares y a alcanzar la vida cortesana. Don José Fernando Ballesteros, casó
con una prima suya, doña Manuela Antonia Colodro y Loaisa, con familia en
Membrilla, hija de un familiar del Santo Oficio de la Inquisición, los Colodro,
que habían fundado un mayorazgo familiar en Alcalá de Henares. El matrimonio
tendrá una prolífica descendencia- diez hijos- de los cuales el primogénito,
don José Agustín Ballesteros y Colodro, quedó al frente de los mayorazgos
familiares. Buena parte de sus hermanas seguirían carrera eclesiástica en el
convento de las Comendadoras de Almagro, aristocrático cenobio manchego. Tres
hijos del matrimonio alcanzarían hábitos de órdenes militares- la orden de
Santiago- y uno de ellos sería Capellán de Honor del rey Felipe V.
Sobre los Bustos, el tercer linaje fundamental de la villa,
las noticias son más dispersas, aún cuando la nueva documentación aportada en
el Archivo municipal pueda ayudar a desvelar algunos pasajes fundamentales de
su genealogía. Cuando en 1689 testa en la villa de Infantes don Diego Héctor
del Busto y Monroy, regidor perpetuo, posteriormente orientado a su carrera
eclesiástica de la que fue regidor de canon, ya había fundado un mayorazgo
sobre 666 fanegas de tierra, una alameda y un molino harinero. Siendo joven-
"en los verdores de la juventud"como reza su testamento- ha tenido un
hijo natural, don Juan, que en 1716 compra el mayorazgo de un regidor infanteño
sobre el que funda una memoria perpetua en favor de las Benditas Animas del
Purgatorio. El principal beneficiario del mayorazgo familiar es su sobrino,
hijo de su hermano don Gabriel del Busto, don Diego Tomás del Busto y Monroy,
capitán de milicias del partido en los convulsos acontecimientos de la guerra
de sucesión a comienzos del siglo XVIII y regidor perpetuo. Contrae matrimonio
con la hija de un regidor granadino, doña Ursula Navarro Navarrete, de la que
tendrá dos hijas que matrimoniarán respectivamente con el hijo de un
aristócrata albaceteño, don Juan de Cañas Silva, y con un regidor local, don
Pedro Joseph Ballesteros Baltanás.
Por lo tanto, buena parte del acceso a los sectores
bajo-nobiliarios se producen a finales del siglo XVI y durante el siglo XVII
adquieren mediante compra regidurías perpetuas que consagran su posición de
poder y dominio al frente de los concejos. En una cronología de largo espectro,
sí podemos afirmar que una pequeña porción de los oligarcas alcanzaron las
bajas condiciones nobiliarias. El periodo en que se produce el mayor número de
ingresos en las órdenes militares cabe situarlo entre 1680 y 1760, coincidiendo
con los reinados del último monarca de la casa de Austria, Carlos II, y los
reinados de Felipe V y en menor medida Fernando VI. De los 13 expedientes de
caballeros de órdenes militares más importantes, la mayoría ingresó en la orden de
Santiago, siendo escasos quienes lo hicieron en las órdenes de Calatrava ,
Alcántara y San Juan. De ellos los más destacados son don Blas Antonio
Fernández Buenache, caballero de la orden de Santiago, que lo hizo a finales
del reinado de Carlos II, y don Antonio Dámaso Melgarejo de los Cameros,
caballero de la orden santiaguista y Procurador Síndico de Villanueva de los
Infantes, que lo hizo durante el reinado de Felipe V. Y eso sin contar con los
numerosos vástagos que hicieron su ingreso en las instituciones conventuales,
mecanismo fundamental de reproducción social de las elites locales durante los
tiempos modernos.
4. LOS PATRIMONIOS DE LAS OLIGARQUÍAS DE VILLANUEVA DE LOS
INFANTES DURANTE EL SIGLO XVIII. UNA APROXIMACIÓN A TRAVÉS DEL CATASTRO DE LA
ENSENADA.
El Catastro, a través de los Libros de lo Real del Estado
Secular y el Estado Eclesiástico, constituye una importantísima fuente para el
conocimiento y estudio de los bienes raíces de los diferentes grupos sociales a
mediados del siglo XVIII. Cuando se mandó su elaboración, durante el reinado de
Fernando VI, durante diez penosos años, era vital para el establecimento de la
única contribución, por lo que se trata de una fuente eminentemente fiscal. Con
todo, fue valorada por los contemporáneos como una fuente precisa . Sin
embargo, cuenta con el handicap de que ofrece la información por
términos privativos. Es preciso conocer todas las villas y ciudades donde
tenían patrimonios- casas, molinos, tierras, ganado, censos, juros y cargas contra
los bienes- los distintos individuos para alcanzar un conocimiento somero de su
riqueza patrimonial durante el Antiguo Régimen. Ahora bien, como prácticamente
declararon en los Memoriales todos los cabezas de familia sujetos al impuesto
personal, es un documento de partida inexcusable para analizar la
desiquilibrada distribución de la riqueza en cualquier villa y ciudad del
territorio castellano.
En Villanueva de los Infantes, tan solo podían ser
considerados miembros de la elite local unas 22 familias, menos de un 2% de los
efectivos que controlaban aproximadamente un 44% de la tierra secular, en
promedios, un 28% de la tierra de todo el término. Las diferencias entre los
grados de acumulación de la tierra son notorios. Con más de 100 fanegas de tierra
en el término infanteño nos encontramos a algunos de los más destacados linajes
de la villa- don José Agustín Ballesteros y Colodro (con 545 fanegas de tierra
y dos casas quintería), don Diego Antonio de Jaraba(con 535 fanegas de tierra y
dos patronatos), don Pedro José Ballesteros y Baltanás, con más de 200 fanegas
de tierra, don Luis Tomás de los Cameros y Camino, Alguacil Mayor de la
Inquisición, teniente de gobernador y hermano del Honrado Concejo de la Mesta,
con 275 fanegas de tierra; don Blas Fernández Buenache, alguacil mayor de
millones y regidor perpetuo, con 243 fanegas de tierra fundación de su
antepasado don Francisco Fernández Buenache en 1655 , don Matías Antonio Yañez,
con 300 fanegas de tierra; don Diego Tomás del Busto y Monroy, regidor perpetuo
y clérigo de menores con 666 fanegas de tierra y don Pascual Antonio de Ortega
Montañés y Patiño, caballero de la orden de Santiago con 200 fanegas de tierra
en el término. El resto de las familias disponían menos de 100 fanegas de
tierra, caso de don Antonio Tomás Melgarejo, padre de don Dámaso Antonio
Melgarejo de los Cameros, caballero de la orden de Santiago, con 64 fanegas y
media de tierra, aún cuando en los términos colindantes dispusiese de más de
650 fanegas de tierra en diversas casas quintería.
El control de la propiedad urbana era otra partida
fundamental de las gruesas haciendas de las elites locales. En efecto. Casi
todos, en promedio, tenía más de 4 casas de morada y algunos, como don Joaquín
Andrés Canuto Gálvez de Ledesma, regidor perpetuo, acumulaba uno de los mayores
patrimonios urbanos entre casas de morada, balcones, tiendas y arcos de la
plaza Mayor, lugar privilegiado para las corridas de toro que se celebraban en
las fiestas patronales. La posesión de molinos harineros y molinos de aceite,
junto a batanes y tiendas-mesones, constituía otro signo de distinción y de
poder económico.
Sin embargo, como hemos mencionado anteriormente, la
ganadería lanar y mular constituía la otra fuente de riqueza fundamental de
estas elites durante el siglo XVIII. Casi todos, en promedios un 75%, disponía
de muletadas y yeguadas con un número medio de cabezas superior a las 40, y
algunos como don Antonio Tomás Melgarejo con más de 100 cabezas de ganado
yeguar y mular, era un "gran señor de ganado". Su manutención suponía
el arrendamiento de pastos pertenecientes a los propios concejiles, dehesas de
encomiendas y la mesa Maestral de la orden de Santiago y territorios limítrofes
en la que desembolsaron sustanciosas cantidades de dinero. Mas de 33.000 reales
pagó don Jerónimo Fernández Buenache Pelaez por el arrendamiento de la dehesa
de Montizón en 1714, con sus diferentes aprovechamientos de invernadero y
agostadero. En otros casos, los censos prestados a concejos garantizaban el
disfrute de las dehesas de propios en exclusividad durante muchos años. Desde
1735, don Rafael Valdés Fernández de Córdoba, señor de la villa del Cerro y
teniente de gobernador del partido, disfrutaba de los pastos de propios de
Santa Cruz de los Cáñamos por los réditos sin pagar de un censo a favor de su
mujer.
De esta forma, la inversión en censos y juros constituye
otra fuente sustancial de ingresos y rentas de estas oligarquías locales, a
semejanza de otras zonas de Castilla. Sin embargo, la presencia de juros,
notoria en la familia de los Ballesteros, es más reducida en el resto de los
linajes. La razón era el carácter rural del territorio, amén de que los
intereses de los juros fueron reduciéndose como consecuencia de los frecuentes
secuestros e imposiciones por parte de la Corona, con el fin de aliviar el
déficit crónico de la Real Hacienda. En cuanto a los censos, las inversiones
son modestas: campesinos, labradores, otros oligarcas y concejos son los
principales sectores sociales que solicitaron préstamos a las oligarquías
locales. Con todo, las cantidades en muchos casos no superan los 9.000 reales
en principales. Unicamente don Rafael Valdés Fernández de Córdoba y los
Fernández- Buenache, a la postre alguaciles mayores de millones estos últimos,
puden ser considerados grandes prestamistas desde el siglo XVII.
Podríamos ofrecer algunas indicaciones sobre otros bienes
muebles, pero lamentablemente la ausencia de cuadernos particionales impide una
valoración de los bienes muebles y su representatividad porcentual en el conjunto
de las haciendas. Casi todos disponían de oratorios, cuartos cocheras, cuadros
religiosos y lujosos salones de estrado. Tapices, alfombras, baules, camas de
colgadura y muebles de nogal y materiales nobles completaban los rasgos típicos
de la ostentación nobiliaria. Con todo, desconocemos la valoración global. Unas
cifras indicativas pueden dar testimonio de su riqueza. don Jerónimo Antonio
Fernández Buenache en los años 30 del siglo XVIII disponía de bienes libres
valorados en más de 450.000 reales de vellón, una auténtica fortuna, que
hubiese aumentado si valorásemos los bienes vinculados. Estos valores eran
cuantitativamente superiores al resto y común de los mortales, cuyas haciendas
en muchos casos no superaban los 5.000 reales de vellón a lo largo de todo su
"ciclo vital".
Evidentemente, las bases de su poder se encuentran en el
ejercicio de los oficios municipales. A mediados del siglo XVII estas familias
controlaban 17 regidurías perpetuas, adquiridas a través del mecanismo de la
compra de oficios. Oficios de regidor, alguacilazgos, escribanías,
procuradorías se pusieron en venta durante los reinados de Felipe IV y Carlos
II, momento en que se adquieren por las principales familias buena parte de los
mismos. El salario percibido por su desempeño no era tan sustancioso , pero sí
lo era el "poder" que emanaba de su ejercicio, pues abría amplias
posibilidades de administrar a su libre antojo los propios concejiles como de
tender relaciones sociales con otras familias de villas vecinas, tejiendo amplias
redes tanto de parentesco como políticas sustancialmente importantes para estos
linajes. En las actas municipales se rastrean evidentemente siempre los mismos
apellidos, que se repiten invariablemente año tras año. El fenómeno a que dará
lugar ese monopolio de los oficios municipales y la consiguiente
"venalidad" de cargos será el de concentración del poder, muy intenso
toda vez que las relaciones matrimoniales entre las familias a lo largo de la
Edad moderna serán muy estrechas. El concejo de Infantes como el resto de los
concejos castellanos se verá sometido a una "endogamia" no solo
familiar, sino también profesional que se prolongará incluso con la crisis del
Antiguo Régimen. De hecho Ballesteros y Melgarejos los encontramos también representados
con el advenimiento del régimen liberal.
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